Duque le apuesta al desgaste, la minga continúa

Las mingas del Cauca y de La Delfina siguen y las negociaciones activadas con el Gobierno terminan en la nada porque eso es lo que parecería buscar el presidente, Iván Duque: que el tiempo solucione la crisis. Después de 24 días de protestas, hay 34 judicializados sólo en el Cauca, un centenar de heridos y 11 muertos.
Camilo Alzate  | La Delfina, Buenaventura

El Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, entró el 2 de abril a La Delfina rodeado por un escudo humano de guardias indígenas que lo cercaban con sus bastones de mando, como si estuvieran transportando una reliquia frágil y costosa. Ceballos, pequeño, de voz suave, cruzó tranquilo el puente colgante sobre el río Dagua, atravesó los pantaneros de la carrilera y luego se encerró con su equipo en un salón de la escuela para acordar las pautas de la negociación, que se extendió hasta las nueve de la noche sin avances. La lógica de esas negociaciones suele ser una ofrenda al tedio: es verdad que hay momentos de nerviosismo, pero por lo general se van horas y horas debatiendo sobre una coma o una palabra cuyo significado puede, no obstante, cambiar por completo el rumbo de las cosas. Esta vez, el rumbo de las cosas apuntaba a lograr garantías para que no se judicialice a los participantes de la protesta. En la otra mesa que el gobierno sostiene con la minga del suroccidente en Mondomo la tensión ha sido permanente.

A pesar de todo, Ceballos se mostró conciliador en La Delfina e, incluso, hubo un acuerdo parcial sobre el tema de la no judicialización, pero este acuerdo se cayó a última hora cuando el comisionado escaló el tema telefónicamente con la oficina de Fiscal General, Néstor Humberto Martínez. Todo parece indicar que fue el Fiscal en persona quién desautorizó al comisionado. A las diez de la noche la delegación del gobierno se había retirado y los indígenas discutían, por enésima vez, si tenían que salir a bloquear la autopista a Buenaventura.

“Ustedes son el referente. Si ustedes desfallecen, la ultraderecha nos gana el pulso”, les dijo María Eugenia Londoño, dirigente de la Federación Colombiana de Educadores, a los voceros de la minga durante una visita que varios sindicatos y representantes de organizaciones sociales hicieron el 3 de abril a La Delfina, donde permanecen en concentración pacífica cinco mil indígenas de distintas regiones del país. También llegaron voceros de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el Congreso de los Pueblos, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, y corporaciones vinculadas a la iglesia católica. Los sindicatos anunciaron la posibilidad de anticipar las acciones del gran paro nacional convocado para el 25 de abril. También se planteó que la movilización del día de las víctimas, programada para el próximo lunes 9, se haría en respaldo a la minga.

La minga ha despertado una oleada de solidaridad por todo el país. Los estudiantes de la Universidad del Valle organizaron una protesta el 3 de abril que acabó en disturbios con un muerto y seis heridos graves, antes hubo disturbios en la Universidad de Antioquia. Grupos de campesinos han organizado bloqueos de vías en Nariño, Putumayo, Boyacá, Arauca, Córdoba y Meta, en este último departamento paralizando dos complejos petroleros. En Morales (Cauca), sobre la vía alterna a Popayán, participantes de la minga del suroccidente bloquearon la carretera el miércoles hasta que el ESMAD y el Ejército recuperaron el control con una fuerte arremetida, en estos momentos esta vía es el único canal de comunicación terrestre con Popayán y el departamento de Nariño, allí los víveres y la gasolina escasean desde la semana pasada.

Aunque no todo es respaldo. En Popayán, una asonada atacó la sede del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) con la connivencia de la policía, que no hizo nada para impedirlo. Varios testimonios coinciden al señalar que en los disturbios había venezolanos supuestamente pagados para generar actos vandálicos. Después de 24 días de protestas hay 34 judicializados sólo en el Cauca, un centenar de heridos y 11 muertos, incluyendo al patrullero de la policía que cayó en La Agustina. Sin embargo, el gobierno no cede.

Iván Duque, dando tumbos, sin dirección clara, no enfrenta la situación y continúa aplazando el problema, con la torpeza del niño que aspira a que las cosas se arreglen solas. El Presidente ha reactivado las mesas de negociación del Cauca y La Delfina pero sus funcionaros parecen con órdenes de dilatar hasta que no se llegue a nada, una peligrosa apuesta por el desgaste. Duque insiste en no viajar al Cauca a sostener el debate político y para los mingueros aquella es la primera condición antes de levantar la protesta, que aseguran no busca únicamente prebendas ni recursos, sino cambios estructurales: “Lo reivindicativo, lo de la plata, eso se discute”, dijo la lideresa Aída Quilcué durante una reunión de autoridades el 30 de marzo en Monterilla. “Pero lo estructural debe ser lo principal de esta minga: luchamos por la vida, también por la de los otros pueblos indígenas y sectores sociales ¿o vamos a pelear sólo por este pedacito que es el Cauca?”.