Reparaciones simbólicas, el arte de la periferia

Ir a lo local también permite que el olvido no se trague la esperanza de las resistencias. Comunidades, jóvenes, víctimas, mujeres, siguen creando formas de reparación simbólica que no se quedan solo con las propuestas del Estado colombiano.

El escenario de lo simbólico también es un vehículo de reparación, la capacidad creativa de los seres humanos se lleva al espacio en donde las ausencias, los silencios y la injusticia dejan espacios limitados para recordar. En Colombia existen hoy creaciones musicales, escénicas, visuales, escritas, verbales o que combinan todas las formas, para entrelazar los caminos que permiten resistir y sanar. Estrategias que desde las barriadas, la ruralidad, los espacios marginados y desde la cotidianidad se construyen para nutrir lazos de comunidad y experiencias colectivas que entregan a la sociedad herramientas para la convivencia, la reconciliación y la memoria.

«Nos violaron el derecho de nuestra comunidad, ni a la pesca ni al trabajo nos dejaban llegar», entonan las voces de las Alabaoras de Pogué, mujeres afrodescendientes que con contundencia hacen memoria de los difíciles momentos que el conflicto armado generó en el río Bojayá. La música es otra creación artística para mantener la memoria viva en los territorios, que con diversos ritmos permite que las comunidades en muchas ocasiones puedan contar los sucesos que las hacen felices o que las victimizan. Tal como lo hizo Petronio Álvarez o Alfonso Córdoba Mosquera, conocido popularmente como «El Brujo», quien literalmente encantaba a quienes dejaban llegar a sus oídos las notas de un son que sin mencionar penurias habla de «Chocó, Chocó si de ti yo estoy lejos, me embarga la nostalgia porque tu recuerdo está adentro de mí, tus noches que adornan mil luceros, estrellas que en el cielo hacen marco a una luna que cubre de plata».

En Colombia hay multiplicidad de expresiones organizativas que con la creación artística también hacen memoria de lo que muchas veces la historia oficial no registra. No siempre se tiene la certeza de que la memoria pueda ser extensa, pero al menos la sobrevivencia del coro de una canción, la silueta de personas danzando, las emociones de un buen encuentro con la materialización de la dramaturgia, llevan a las distintas sociedades a utilizar los “vehículos de la memoria”. Así denomina la socióloga Elizabeth Jelin a aquellas expresiones que nacen de la materialización de una cultura compartida que registra momentos de su pasado en uno o varios productos culturales. Así  mismo, Edwin Cubillos, coordinador del área de programación artística y cultural del Museo Nacional de la Memoria, considera que las iniciativas de creación artística en zonas de conflicto cumple varias funciones que permiten al arte y la memoria terminar «aportando a la reconstrucción de un tejido social«.

Cali: hip-hop para el inconformismo

ColombianGangsters

Foto: Colombian Gangster’s

En Cali, la llamada capital de la salsa, está Charco Azul, uno de los sectores más empobrecidos de la ciudad, que hace parte del Distrito de Aguablanca, en donde en algunos lugares hay «camiones con señores oficiales policías, que maltratan, ultrajan, patean, humillan y luego requisan», según la lírica  hip hop de «No Más» una creación del grupo Colombian Gangster´s.

Son jóvenes afrocolombianos que desde hace 18 años narran las problemáticas sociales que viven en lo cotidiano. «El hip hop es importante porque es una herramienta para poder manifestar las inconformidades, las cosas que suelen pasar, que están aquejando a toda la comunidad, a la sociedad y al mismo tiempo nos permite contar historias propias, es parte de nuestra memoria», casi cantando lo expresa Jaison Mosquera integrante de esta agrupación. Para ellos el arte se convirtió en una vía para transmitir lo que les pasa a diario. Como ejercicio pedagógico usan su talento desde el 2008 en una escuela de formación artística y cultural, con niños  y jóvenes entre los 8 y 21 años. Ahí, en medio del periférico Distrito de Aguablanca «la escuela es el espacio de desahogo de los pelaos, los que llegan desplazados de diferentes partes del pacífico y vienen con sus conflictos, ahí el hip hop sirve para transformar las vidas de las personas en nuestra comunidad».

Buenaventura: el teatro como sanación

Las comunidades de Buenaventura también han creado escenarios de resistencia desde el arte, como es el caso del Semillero de Teatro por la Vida en el que participan personas desde los 15 a los 84 años, que no sólo hacen representaciones sobre sus realidades, sino que se valen del teatro como una oportunidad para la sanación de las violencias que ha sufrido esta ciudad. «El teatro es una oportunidad que tenemos muchas de las personas que hemos sido víctimas del conflicto», afirma Jhon Erick Caicedo, director del semillero de teatro que convoca a las personas para que encuentren un lugar para compartir, resistir y contar sus propias cotidianidades. Porque las víctimas -dice- encuentran también en el teatro “esa manera en la que pueden contar lo que les ha ocurrido, pueden pedir justicia, verdad, reparación, acciones de no repetición, pueden alzar su voz, manifestarse y transmitir un mensaje con el teatro, que es lo que nos gusta, nos mueve y nos convoca”.

CollageTeatroPorlaPaz

Imágenes de algunas escenas del Teatro por la Paz en Tumaco

Tumaco: mujeres, jóvenes y víctimas

Un teatro empírico nacido en lo local es la experiencia del Teatro por la Paz que existe hace ya casi nueve años en Tumaco. Una ciudad puerto que aunque sea conocida como la ‘Perla del pacífico’, la violencia se manifiesta constantemente. 132 asesinatos entre enero y noviembre de 2016, alerta la Diocésis de Tumaco. «Al principio fue un poco difícil hacer teatro, porque vivimos en un contexto complicado, la violación de Derechos Humanos, la falta de justicia, la impunidad, el abandono del Estado, todo esto se vive y nuestro trabajo se hace en medio del conflicto», precisa la coordinadora del Teatro por la Paz,  Marycruz Cruel Ordoñez, que junto a treinta personas más iniciaron este proceso de sostener la memoria contando historias propias, a través del teatro.

Esta experiencia basada en el Teatro del oprimido (una metodología sistematizada por el brasileño Augusto Boal) incorpora talleres de autocuidado para mujeres, resolución pacífica de conflictos para jóvenes y diversas técnicas de formación «En Tumaco no hay universidades que enseñen a hacer teatro, nosotros tenemos un teatro social, de denuncia, que hace memoria y también pone a la gente a pensar en qué hacer frente a lo que estamos viviendo».

Tres grupos lo conforman, Tumatai que significa Tumaco tierra de hombres y mujeres buenos y está compuesto solo por mujeres entre 14 y 68 años. «Tumatai es lo que somos, porque a pesar del conflicto armado aquí se encuentran personas buenas, que te sonríen que tienen muchas cosas para ofrecer».

Cienpie es el nombre del grupo de los jóvenes de diferentes barrios de la ciudad, que «caminan juntos para ir buscando a otros que quieran tener una opción distinta a la de la violencia». Estos jóvenes son víctimas del conflicto en una ciudad que, según la Alcaldía, tiene una tasa de homicidios de 39 por cada 100 mil personas. La idea del Cienpie es que no estén expuestos en la calle y que se pueda ir involucrando a otros jóvenes.

Araña es el tercer grupo. Sus integrantes son víctimas del conflicto, en su mayoría personas desplazadas, que viven en  Nuevo Milenio, «un barrio que no tiene servicios públicos y en donde para conseguir la luz, cada casita tenía su cable que traía la luz de afuera, y si uno miraba hacia arriba veía el techo de las casas llenos de muchos cables. Quisimos hacer alusión a eso, la Araña, y también porque la red de la telaraña es muy fuerte y la idea era atrapar los sueños de los jóvenes y no dejarlos ir», explica Marycruz Cruel Ordoñez.

Medellín: la música como denuncia

Niquitown3En la década de los 90 (del siglo pasado) la ciudad de Medellín tuvo una de las tasas de homicidios más altas del mundo, con 300 casos por cada 100 mil habitantes, según datos oficiales de la Alcaldía. En esa época nació Niquitown . “Nosotros veíamos en la música una herramienta para hacer denuncia y para, de alguna manera, hacer una construcción de un pensamiento que controvertía la hegemonía del momento”, explica Vito, uno de sus integrantes. Este grupo, que interpreta géneros musicales como el ska y el punk, ha logrado registrar varios momentos de la historia de los territorios que habitan en una de las comunas más movidas por la violencia en esta ciudad. Sus registros permiten darle vida musical a hechos difíciles para informar a otros de lo que pasa en el día a día, en medio de las fronteras invisibles que hay que traspasar. Hechos cotidianos que no son el centro de lo que se cuenta en los medios masivos de comunicación convencionales. “Con el tiempo hay un acumulado que uno lo puede ver como memoria, que es importante porque se ofrece una perspectiva más directa de cómo se viven las cosas desde ciertas poblaciones que normalmente no tienen una voz en los grandes medios”, cuenta Vito .

La poesía indígena: historia de resistencias

Otra de las apuestas artísticas que conducen al camino de la memoria, son las que se producen desde la literatura indígena. La historia de resistencia de los pueblos indígenas contada desde sus propias cosmovisiones, logra transmitir la sensación de que las memorias del conflicto van más allá de lo que exponen las apuestas del proceso de reparación del Estado colombiano (la Ley de Víctimas 1448 contempla reparar daños causados desde el año de 1985). «Y del dolor de ser cautivo en tu propia tierra / te liberaste» es el fragmento de un poema que exalta la figura histórica del líder indígena Quintin Lame. Su autor es Wiñay Mallki o Fredy Chicangana es un poeta indígena Yanacona que, con sus versos va dejando la huella de una historia de resistencias. Uno de los trabajos poéticos de Chicangana titulado «Espíritu de pájaro en pozos del ensueño» hace parte de la publicación que en el año 2010 hizo el Ministerio de Cultura en la Biblioteca de Literatura Indígena. Su trabajo configura la capacidad artística de un pensamiento milenario en donde no solo se registra lo que hacen seres humanos, sino que conjuga también la expresión del viento, el río, árboles y animales. Su poesía se pronuncia de manera cíclica, pues no pretende tener la linealidad del tiempo que la historia occidental ha determinado, por ello y respecto a la memoria, su creación nos recuerda que… «somos presente porque somos pasado y solo por ello somos futuro; no es posible escindir el tiempo, que es un círculo»